En todos los pueblos, la máscara se presenta como un instrumento esencial para abrir una ventana mas allá del mundo cotidiano. Se podría decir que ésta refleja el verdadero rostro de cada cultura. Poner en acción una máscara, implica confrontarse directamente con las raíces profundas de las culturas, sus mitos y leyendas, sus personajes fantásticos, sagrados y paganos. La máscara es un instrumento de comunicación directo, inmediato e implacable.

Por su naturaleza, exige una rigorosa y refinada técnica de diseño escultórico y de realización. La misma precisión y rigor que debe aplicarse a su manejo para que logre su objetivo primario: despertar el imaginario del espectador. Los principios que rigen el universo de la máscara, contienen el puente ideal entre las artes plásticas y el teatro, ya que su eficacia está determinada por el rigor escultórico de su forma, unido a una función y a un contexto que le dan su origen y razón de ser.

Después de 35 años de búsqueda continua sobre su construcción y uso, Bernardo Rey ha desarrollado en el Cenit un trabajo sobre la máscara que la convierte en un instrumento precioso para revelar y amplificar el carácter y los tonos de las relaciones entre los individuos, un canal que refleja y devela la heterogénea naturaleza del mundo contemporáneo.